Este invierno, si no te dan los números para visitar algún centro de esquí, considerate dichoso. Además de ser un deporte extremo, el esquí es una disciplina extremadamente peligrosa. Por empezar, los esquiadores se encuentran dentro del grupo de riesgo de accidentes fatales y fracturas expuestas. Imagináte que estás encarando la bajada del cerro Teta para desplegar todas tus habilidades en el deporte blanco y te das un porrazo que terminás rompiéndote una clavícula. ¿Quién te aguanta dos meses con el torso enyesado y durmiendo sentado?
Por otro lado, está el problema del equipo. Las botas de esquí son lo más incómodo que hay. Sí, ya sé que a muchos les encanta dejárselas puestas para caminar por las veredas de Bariloche o San Martín de los Andes y meterse a algún supermercado a comprar un kilo de tomates por 13 pesos, pero a vos, lector fiel de la Revista de Cámara Gessell, sinceramente no te lo recomiendo. Vos estás para mucho más que eso. Imagináte toda la verdura que podés comprar con 13 pesos en la feria del domingo en la calle Pringles en Villa Obrera.
Es increíble que haya gente que sigue yendo a esquiar con todos los riesgos que esto conlleva. Más allá del peligro de accidente, también existe la posibilidad de que sufras hipotermia, que pesques una neumonía o hasta un simple catarro. A nadie le gusta tener la voz ronca ni invertir en antibióticos, un gasto que debe sumarse al del pase, el alquiler del equipo, el almuerzo, el transporte y ni hablar de alojamiento y pasaje aéreo: ¡un vagón de guita!
Otra desventaja importante del esquí es el daño irremediable que se sufre en el cutis. La famosa "marca del panda" que les queda en la cara a los que usan antiparras para deslizarse por el suave manto gélido que refleja los rayos del sol como un satélite plateado que orbita alrededor de Venus resulta totalmente antiestética cuando llega el sábado a la noche y querés salir a dar la vuelta al perro por la noche quilmeña y sus boliches más top. Y ni hablar de si llegás a despelacharte. Eso sería un quemo total.
Como verás, pertenecés a la clase afortunada. No tener el dinero para gastar en un centro de esquí puede terminar siendo una bendición después de todo. Y si querés ver nieve, no desesperes: con suerte vuelve a nevar en Buenos Aires en julio de 2045 (total aún falta mucho para el 3333 y la Guerra del Agua).
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5 comentarios:
Salve oh Lucy! Viniendo de quien se revuelca en la nieve y la disfruta sin esquies, sus palabras son verdades irrefutables. Celebro la aparicion de la Revista y muchos exitos. Un beso.
Nunca en mi vida fui a esquiar y comparto algunas de las razonas de este artículo. Sobre todo lo relacionado con la guita...
Primer paso por la revista y ya estoy de acuerdo. Hay algo uqe anda mal acá...
Muy interesante. Comentá en mi blog asi la gente la conoce
Abrazos
A todos gracias.
Como toda revista dominical tiene varios artículos publicados a la vez. De modo tal que podes leer todos, algunos, uno o ninguno.
Y comentar de la misma manera.
Nuevamente a todos muchas gracias
Y disculpen si no me ven por sus casitas, ando pero no me dejo ver.
Ya no me da el cuero para atender a tantas y tantos, tengo 1945 años !!!
Jaj AJjA AJ AJ
Albano! Dejá de hacer copy&paste! Te acabo de leer el mismo comentario en Cámara Gessell... Redactate uno para cada blog, che! No seas vago!
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