Domingo, 07 de Septiembre de 2008

En rigor de verdad, lo que hizo Hipatia fue reelaborar, desde su formación neoplatónica, la tesis de Empédocles tras su experimento con la “clepsidra”, o ladrón de agua, con la cual éste dedujo, allá por el 450 A.C, que el aire estaba compuesto de innumerables y finísimas partículas.

Hipatia utilizó un doble cristal filosófico para llevar a cabo su demostración. Por un lado se sirvió de su ya mencionada formación neoplatónica y por otro echó mano a la tradición filosófica jónica - experimentalista – con la cual, aún sin saberlo, encontraría su destino; el de ser el último científico que tendría el privilegio de trabajar en la famosa Biblioteca de Alejandría.

La protagonista de nuestra crónica es una mujer. Los lectores de espíritu machista ya han de estar vociferando que la ciencia occidental se terminó atrasando más de un milenio por culpa de una mina, pero esto, mis queridos cavernícolas, no es tan así.

Hipatia, además de mujer, era matemática, astrónoma, física y jefe de la escuela neoplatónca de filosofía, lo cual no es poco ni en aquel lejano pasado, ni en este presente de mononeurónicas teñidas de rubio que apenas si pueden mantener el equilibrio sobre un par de patines, dicho esto siendo piadosos para evitar internarnos en detalles sobre lo conveniente que les resultaría a las blondas de marras el aprender a domesticar los demonios que habitan su incontinencia verbal.

La cuestión es que la piba esta, Hipatia, nació allá por el Anno Domini 370 en Alejandría, la última de las joyas del cacho egipcio del antiguo imperio del gran macedonio, que no soy yo, sino el mismísimo Alejandro Magno.

Hipatia, en una época en que las mujeres disponían de pocas opciones y eran tratadas como meros objetos de propiedad, como una escoba, para poner un ejemplo, se movió libremente y sin afectación por los dominios masculinos y también a varios masculinos, en tanto y en cuanto las crónicas la recuerdan como una mujer de subyugante belleza, para no caer en la chabacanería de afirmar que la guacha estaba más buena que comer pollo con la mano. Motivo por el cual tuvo muchos gavilanes arrastrándole el ala pero ella rechazó redondamente todas sus proposiciones matrimoniales. La Alejandría de la época de Hipatia – bajo dominio romano desde ya hacía bastante tiempo – era una ciudad que sufría graves tensiones. Escaseaba el tinto.

Tratando de ofrecer alguna solución de la mano de la ciencia a la escasez de la sangre de Deus, de modo tal de congraciarse con el orate de Cirilo, que la tenía entre ojos por su condición de referente local de la ciencia, por entonces ligada por obra y gracia de la lucha por el poder, en la que ya estaba enfrascada la joven iglesia, a las tradiciones paganas propias del imperio romano y su gobernador en el barrio, que para colmo de males era medio amigote de nuestra protagonista. Hay incluso registro de maledicentes quienes sostenían que ambos mantenían comercio carnal, hipótesis ésta descartada siglos después al descubrirse que el secreto de la belleza de Hipatia estaba basado, además de en la genética, en su condición de ovo-lacto-vegetariana.

Enfrascada en la búsqueda de una solución al acuciante problema de la falta de aquel líquido fundamental para la continuidad de la liturgia, Hipatia se internó en el estudio de los escritos que daban cuenta de los experimentos de Empédocles con la clepsidra, aplicándolos al invento de un nuevo ingenio que permitiría aprovechar la presión atmosférica y las apropiadas formas del recipiente en lo que acertadamente denominó “sentina de patita”. Este ingenio tecnológico fundamental para la supervivencia de la Iglesia Cristiana fue bautizado por Hipatia como “Cleptinto”, o ladrón de vino (ver foto).

Hipatia mantuvo su descubrimiento en secreto hasta que llegara el cumpleaños de Cirilo, fecha en la que supuso el Arzobispo de Alejandría sería doblemente felíz, por un lado a causa de la circunstania de estar festejando su cumpleaños y por otro ante la certeza de que la Iglesia tendría asegurado el futuro de su liturgia gracias a la majestuosa mente de Hipatia. Así fue como la mañana del cumpleaños de Cirilo, en el Anno Domini 415, Hipatia envolvió primorosamente su invento en la contratapa de la edición de ese día del Diario Crónica -le pareció un lindo detalle-, cuidando que la parte en la que se dá cuenta de la sección llamada La Pavada quede del lado de adentro del envoltorio y se dirigió muy oronda hacia la Biblioteca para cumplir con una nueva jornada laboral hasta que llegase el mediodía, hora en la que se dirigiría al templo con el objeto de congraciarse con Cirilo. En el trayecto a su lugar de trabajo, Hipatia fue interceptada por una turba de fanáticos feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, le rompieron el cleptinto en la cabeza, rasgaron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. No conformes con supliciarla de ese modo, se llevaron sus restos y los quemaron en las cercanías del templo, donde se sumaron a la turbamulta más feligreses que, munidos de antorchas flamígeras salieron de raje por la calle Osiris para el lado de la Bibioteca, la prendieron fuego, destruyendo la casi totalidad de sus obras, incluyendo especialmente la totalidad de las obras de Hipatia, cuyo nombre fue olvidado por las eras. Cirilo, medio en pedo por los efluvios propios de su ágape de cumpleaños salió a la calle y encontró los pedazos del cleptinto, el cual guardó en la sacristía para ver si le podía ser de utilidad como entretenimiento, dado que era un ferviente aficionado a los rompecabezas. No, a sus feligreses no, a los juegos posteriormente conocidos como puzzles.

Días después de que se disipara el humo donde había sido ajusticiado el paganismo, junto a sus infieles seguidores, y se aplacara la polvareda política que despertaron los sucesos arriba relatados, Cirilo se dispuso a rearmar el extraño objeto que portaba Hipatia a la hora de su cita con el destino. Logró su cometido ayudado por una felíz combinación de paciencia y argamasa, descubrió el ingenioso uso que había dado Hipatia a la sentina de patita del cleptinto y mandó un ñato a Roma a que avisara que él, Cirilo de Alejandría, sería recordado por la Historia como el hombre que salvó la continuidad de la liturgia, junto con la de la Iglesia. Cirilo fue proclamado santo.




Cleptinto. Reconstrucción del original perdido para la cultura, según relatos de Nicetas Coniates, el famoso historiador bizantino.

3 comentarios:

sardinasinsodio dijo...

El Pingüino también es griego?
No les alcanzaba ya con haber inventado el blues?

xxxxxxxx xxxxxx dijo...

Hipatia nació en el Anno Domini 370 en Alejandría. Usted macedonio amigo todavia conserva conceptos del mismísimo Alejandro Magno. Escaseaba el tinto, la mujer resolvió el barullo y todavia dicen que tenia la sesera empty ?????????. Para colmo de males le achacan la hazaña al nene...porfavor, auxiliooooooo!!!!

Firma:

Otra Rubia oxigenada con sesos.

Macedonio Strangiatto dijo...

con el pescado ese no me hablo...

otro tema:Franfel,la mezcla de expresiones y dialectos es uno de los tantos efectos colaterales de mi profesión de Secretaro de Actividades Subconscientes del Sindicato Argentino de Viajeros en el Tiempo. Así las cosas.